martes, 11 de septiembre de 2007

Los Pobres No Pueden Esperar

La pobreza, nos pone ante un mundo de pobres, enfrentado a situaciones de exclusión y marginación pero activado económica y socialmente a través de múltiples formas basadas en el trabajo y la solidaridad y a través de un gran tejido de movimientos sociales de voluntariado y en nuestro país, constituye, en primer lugar, un desafío

En Chile, se ha puesto harto esfuerzo como país en reducir los niveles de pobreza. En 1990 estos índices eran del orden del 38,6%; en el año 2003 ellos se redujeron al 18,8%. Esto nos tiene que llenar de alegría pero también nos plantea nuevos desafíos: 2.907.700 de conciudadanos viven aún bajo la línea de pobreza (bajo los $43.712 pesos por persona mensualmente en la ciudad y bajo los $29.473, en el campo); nos amenazan nuevas formas de marginación y exclusión (formas que tienen que ver con los niveles de educación; con las competencias tecnológicas y lenguisticas, etc.)

Los subsidios de vivienda, nutrición, salud, etc. otorgados al más indigente, le son del todo indispensables. Pero no involucran personalmente a los beneficiados en la superación de sus problemas, es necesario privilegiar soluciones participativas y comunitarias. Ofrecerle trabajo, en cambio, es mover el resorte esencial de su actividad humana así el trabajador se adueña de su destino, se integra en la sociedad entera, e incluso recibe aquellas otras ayudas no como limosna, sino, en cierta manera, como el fruto vivo y personal del propio esfuerzo. Con ello crecerán humanamente y se integraran efectivamente a la vida de la sociedad.

El motivo del fracaso de muchos planes que se han propuesto terminar con la pobreza y la marginación ha estado, precisamente, en que se ha pretendido beneficiar a los pobres sin potenciarlos como sujetos capaces de asumir su propio desarrollo.

Beneficiar a los pobres buscándoles soluciones a sus necesidades más urgentes lleva a estabilizarlos en situación de dependencia. Las necesidades son recurrentes, los recursos permanecen centralizados en manos ajenas, la cooperación se transforma en limosna.

Es necesario romper el círculo de la benevolencia. Hay que avanzar en el acompañamiento de los empobrecidos en la tarea de auto constituirse en sujetos de su propia vida y de su propia historia.

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